William Levy vs Miguel Varoni
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William Levy vs Miguel Varoni en Este Pinche Corazon
William Levy vs Miguel Varoni en Este Pinche Corazon
William Levy y Miguel Varoni se enfrentan en una batalla épica por el amor de una misteriosa mujer italiana. Visita el blog oficial de Este Pinche Corazon para leer los primeros episodios online.
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Lee todo acerca de el nuevo culebrón épico que enfrenta a William Levy contra Miguel Varoni.
Un personaje inspirado por Brad Pitt en "Troya" y Russell Crowe en "El Gladiador".
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William Levy vs. Miguel Varoni en Este Pinche Corazón - Episodio 5: El Amuleto de Wilhelm
Posted by Tzaddi Samadhi | 11:19 AM | culebron epico, el amuleto de wilhelm, episodio 5, este pinche corazon, miguel varoni, william levy
William Levy Como Wilhelm Contra Miguel Varoni Como El Varón Oscuro de Velfanya en
Este Pinche Corazón es un culebrón de batallas épicas y bestias mitológicas que fue inspirado en William Levy y en Miguel Varoni. En esta aventura de acción fantástica, el personaje de William Levy es Wilhelm, quien se enfrenta en un violento triángulo amoroso contra el personaje de Miguel Varoni, el Varón Oscuro de Velfanya.
Batalla Épica de Amor entre William Levy y Miguel Varoni en Este Pinche Corazón - Episodio 5: El Amuleto de Wilhelm
William Levy es Wilhelm y Miguel Varoni es el Varón Oscuro de Velfanya en
Este Pinche Corazón - Episodio 5: El Amuleto de Wilhelm
Fabrizia tragó en seco al pensar en las ramificaciones que podría tener la invitación de Svetlana. Aunque muy dentro de ella, ya sabía la respuesta que le iba a dar a su compañera de viaje, algo la detenía de apresurarse a decirlo en voz alta. Tuvo que pensarlo muy bien, y su silencio fue largo, pero al final tomó una decisión.
—Está bien, iré con ustedes —murmuró Fabrizia encogiéndose de hombros y sin mucha convicción.
Frunciendo el seño, Svetlana se volteó a ver a su amiga Viktoriya. Ambas chicas se miraron con desconcierto, como si no comprendieran la reacción de Fabrizia.
—¿Qué tienes? —le preguntó Svetlana a Fabrizia—. ¿Acaso no te alegra ir al palacio? ¿No te das cuenta de que aquí en Rusia recibir una invitación a las mascaradas del varón es como ganarse la lotería? Hay miles de chicas que darían su vida con tal de verlo aunque fuera una sola vez.
Fabrizia apartó la mirada de Svetlana y miró por la ventana pensativa. —Claro que me alegra. Sólo que...
Iba a decir algo, pero después de pensarlo mejor, cambió de opinión y no dijo nada.
Entonces Viktoriya habló repentinamente. —Te preocupan los rumores.
Sorprendida al escucharla, Fabrizia se volteó a mirarla a los ojos. Era la primera vez que Viktoriya se había atrevido a decirle algo en el par de horas que tenían de conocerse. Fabrizia se sintió tentada a reconocer que Viktoriya tenía razón, pero no quería decirles nada de lo que había oído acerca del varón para evitar tener que darles explicaciones.
—¿Qué rumores? —preguntó Fabrizia haciéndose la tonta.
Svetlana se mostró molesta. —Le tienen envidia. Todo lo que dicen de él es mentira. No debes hacer caso a las habladurías de la gente.
Viktoriya le dirigió una mirada intensa. —¿Acaso no has escuchado nada sobre el varón?
—Sólo lo que ustedes me contaron —respondió Fabrizia tratando de disimular—. ¿Cuáles son los rumores?
Svetlana suspiró con frustración. —Ay, olvídalo. Son tonterías que no valen la pena. De veras.
—A mí me interesa saber —volvió a insistir Fabrizia.
—Dicen que no se enferma y no envejece —Viktoriya dijo finalmente—. Y también que nunca va a morir.
Viktoriya continuó diciendo: —Dicen que tiene poderes sobrenaturales, y que practica rituales ocultos muy antiguos. En las noches de luna llena, hace sacrificios humanos.
—Pero no es verdad —interrumpió Svetlana tajante—. Dicen eso para mancharle su reputación, pero en realidad el varón es un hombre muy generoso. A todas sus cortesanas les regala joyas y vestidos, y las trata como reinas.
—¿Tú también crees eso, Viktoriya? —preguntó Fabrizia.
—Entonces, ¿por qué vas a la mascarada? —insistió Fabrizia con gesto de preocupación—. ¿No tienes miedo que tal vez haya algo de verdad en lo que dicen?
Esto hizo a Svetlana perder la paciencia. Alzando la voz, les dijo a Fabrizia y a Viktoriya: —¡Ya basta! Si no quieren ir, pueden quedarse aquí las dos. Será mejor para mí ir sola, pues así no tendré competencia.
—Perdona, Svetlana —respondió Fabrizia tratando de calmarla—. Sólo tenía curiosidad de saber lo que dicen. Eso es todo. Además, es importante ir preparadas, ¿no crees?
—¿Preparadas para qué? —respondió Svetlana en tono defensivo—. Si el varón sospecha que pensamos mal de él, jamás nos escogerá para ser sus cortesanas.
—Pero es que... yo no quiero ser cortesana —musitó Fabrizia cabizbaja.
—Yo tampoco —añadió Viktoriya—. Yo sólo quiero ir a la mascarada y luego regresar a casa.
Al escuchar esto, Svetlana volvió a exaltarse. —Muy bien. Siendo así, no tiene sentido que vayan conmigo. Será mejor que vayamos por separado. No voy a permitir que me arruinen mi sueño de vivir para siempre con el varón.
—¿Para siempre? —preguntó Fabrizia sobresaltada—. Eso quiere decir que sí crees que él puede vivir eternamente.
—Y si así fuera, ¿qué tiene de malo? —respondió Svetlana—. Si me convierto en su cortesana, seré igual que él. Sin envejecer, sin morir. No puedo imaginarme una vida más feliz que ser eternamente bella y rica, rodeada de esclavos que me cumplan hasta el más insignificante de mis caprichos. Jamás tendría que volver a preocuparme de enfermedades o de trabajar. Vivir eternamente de esa manera es lo mejor que le puede suceder a chicas como nosotras, ¿que no se dan cuenta?
—No quiero contradecirte, Svetlana —aclaró Fabrizia en tono suave—, pero, ¿no te parece algo inquietante como se ve tu amiga en la pintura?
Svetlana refunfuñó entre dientes: —Mi amiga se ve mil veces más hermosa de lo que era cuando estaba en la escuela con nosotras.
—Sin duda que en la superficie se ve hermosa, pero ¿no le notas algo anormal en su mirada? —volvió a insistir Fabrizia.
Svetlana estaba a punto de responder cuando, de pronto, alguien llamó a la puerta del compartimiento e interrumpió la conversación súbitamente. Svetlana y Viktoriya se miraron en silencio la una a la otra, mientras que Fabrizia se levantó rápido a abrir la puerta.
Fabrizia sintió que su corazón le dio un vuelco al verlo otra vez y no pudo evitar ruborizarse cuando él la miró de frente. Se había distraído mucho con la conversación que había tenido con sus compañeras de viaje y no había tenido tiempo de pensar en el encuentro tan inesperado que había tenido con él hacía unas horas en el andén.
Al verlo de nuevo, Fabrizia volvió a experimentar la misma sensación que había tenido al subirse al tren. Era como un hilo invisible en sus entrañas que la conectaba a él, y cada vez que lo tenía cerca, una fuerza invisible tiraba del hilo. No podía entender por qué le estaba sucediendo eso si apenas lo conocía.
—Buenas noches, señoritas —saludó el joven cordialmente—. Mi nombre es Wilhelm. Disculpen que no me presenté antes, pero estaba muy ocupado con los boletos.
—Es un placer conocerte, Wilhelm —respondió Svetlana mientras le metía un codazo a Fabrizia para hacerla a un lado—. Yo soy Svetlana.
Sin perder tiempo, Svetlana le ofreció la mano a Wilhelm para que se la besara.
—El placer es mío —sonrió Wilhelm buscando la mirada de Fabrizia—. Vine para invitarlas a que pasen al vagón del comedor. Ya está lista la cena.
Al salir todos al pasillo, Wilhelm se detuvo para dejar que las chicas pasaran primero, pero Svetlana les hizo un ademán a Fabrizia y a Viktoriya para que se adelantaran. Entonces Fabrizia notó que Svetlana había deslizado su mano por el interior del codo de Wilhelm para caminar del brazo de él. Después de eso, no lo soltó hasta que llegaron al comedor.
Fabrizia sintió un breve malestar en su estómago al ver el comportamiento tan atrevido de Svetlana, pero por nada del mundo se atrevía a admitir que podían ser celos.
Cuando sirvieron la cena, Svetlana dominó la conversación como de costumbre, mientras que Viktoriya sólo la escuchaba en silencio. Fabrizia casi no comió, pues había perdido su apetito. Ya estaba cansada de oír a Svetlana fanfarroneando sobre lo espectacular que iba a ser la mascarada del varón.
Después de la cena, Fabrizia observó que Svetlana había tomado vino de más y que, como resultado, se había puesto aún peor de hablantina. Entonces Fabrizia aprovechó para disculparse y se retiró temprano a su compartimiento. Necesitaba aunque fuera unos instantes de paz para poder pensar mejor en su decisión de ir a la mascarada.
Caminó despacio por el pasillo que la llevaba de regreso a su compartimiento, y algo le dijo que tal vez estaba cometiendo un grave error en ir con las chicas al palacio. Al fin y al cabo, Fabrizia era una mujer muy independiente, y este viaje lo había planeado hacer sola.
Lo único que la detenía era el hecho de que la mascarada le garantizaría la entrada que ella necesitaba al castillo del varón, y esa era una oportunidad demasiado valiosa como para desperdiciarla.
Justo cuando estaba a punto de entrar a su compartimiento, escuchó unos pasos acercarse detrás de ella.
Fabrizia no tuvo que voltearse para saber que era la voz de Wilhelm. —Hola —le respondió ella mientras lo miraba de reojo. Tenía miedo de mirarlo de frente ahora que los dos se encontraban solos en el pasillo. ¿Qué si se ruborizaba y él llegaba a notarlo? Seguro que pensaría que ella era una ridícula.
Wilhelm se le acercó. —Me dijo Svetlana que piensa ir con ellas a la mascarada.
Aunque sus rodillas le temblaban de los nervios al sentirlo tan cerca, Fabrizia no tuvo otro remedio que voltearse a mirarlo. —Sí, así es.
—Discúlpeme, señorita —murmuró él en actitud muy formal—, pero tengo que advertirle que su vida está en peligro si va al palacio.
Fabrizia dio un suspiro de resignación. —No me diga que usted también cree en los rumores.
Fabrizia meditó en las palabras de Wilhelm por unos instantes y luego anunció con firmeza: —Tengo que ir con ellas. Usted mismo me dijo que tenía que encontrar transporte privado hasta Kashmyria.
—Sí, pero hay otras alternativas —insistió él—. Yo conozco a algunos trabajadores en el puerto que tal vez puedan ayudarla.
Fabrizia negó con la cabeza y, mientras se volteaba para abrir la puerta de su compartimiento, le respondió: —Se lo agradezco, pero ya la decisión está hecha. Voy a ir con ellas a la mascarada.
Entonces Wilhelm puso su mano sobre el hombro de ella para hacer que se detuviera. —Espere, señorita. Al menos permítame darle algo.
Fabrizia se volteó a mirarlo de nuevo y vio que, en la palma abierta de su mano, Wilhelm llevaba una pequeña medalla decorada con unos símbolos desconocidos.
—Es un amuleto —le explicó él—. Esto la protegerá del varón.
Fabrizia sonrió con ternura. —Gracias, Wilhelm. Pero yo no soy supersticiosa. Realmente no creo en esas cosas.
—Aún así —respondió Wilhelm—. Nada pierde con llevarlo puesto cuando llegue al palacio. Algo tan simple como este amuleto puede llegar a significar la única diferencia entre la vida y la muerte.
William Levy Contra Miguel Varoni en Este Pinche Corazon - Episodio 4: Las Cortesanas del Varon
Posted by Tzaddi Samadhi | 3:12 PM | cortesanas, culebron epico, episodio 4, este pinche corazon, miguel varoni, william levy
William Levy Contra Miguel Varoni en Este Pinche Corazón: Un Culebrón Épico con un Triángulo Amoroso Violento y Apasionado
Este Pinche Corazón es un culebrón épico dedicado a los fans del actor cubano William Levy y el actor colombiano Miguel Varoni. William Levy es el héroe que lucha contra el Varón Oscuro, Miguel Varoni, en éste relato de venganza, romance y batallas épicas. ¿Cuál de estos dos hombres logrará conquistar el corazón de una misteriosa mujer italiana llamada Fabrizia?
William Levy lucha contra Miguel Varoni por el amor de una misteriosa mujer en Este Pinche Corazón - Episodio 4: Las Cortesanas del Varón
Este Pinche Corazón - Episodio 4: Las Cortesanas del Varón (inspirado en William Levy y Miguel Varoni)
Ya la noche estaba avanzada cuando el tren partió de la estación y se adentró en el denso bosque de Siberia. Fabrizia había tomado tanto interés en la mascarada del Varón de Velfanya, que había hecho lo posible por entablar una amistad con sus dos compañeras de viaje.
De pronto le interesaba saber todo acerca de aquel hombre enigmático del que su padre tanto le había contado.
Al hablar con las chicas, Fabrizia se había enterado de que la rubia pelirroja que le había mostrado el antifaz se llamaba Svetlana. La otra tenía el cabello castaño y ondulado, y su nombre era Viktoriya. Ambas eran rusas y estudiaban en una escuela de modelaje en Moscú.
Fabrizia les había dicho que su nombre era Estela Maris Dionici, pues eso era lo que decía su pasaporte falsificado. Por más que le molestaba mentirle a sus nuevas amigas, no les podía decir su verdadero nombre, pues si lo hacía, revelaría su identidad, y eso era un riesgo que ella no podía darse el lujo de tomar a estas alturas.
Afortunadamente, las chicas eran muy simpáticas y habían aceptado lo que Fabrizia les había dicho sin hacer preguntas. Al fin y al cabo, ambas estaban tan ilusionadas con la mascarada, que eso parecía consumirles toda su atención.
Viktoriya tenía una personalidad muy diferente a la de su amiga Svetlana. Era tímida y reservada, mucho más observadora que su amiga. Tendía a participar en la conversación sólo cuando se le hacían preguntas directamente. La mayoría del tiempo permanecía callada en su asiento y simplemente escuchaba lo que Fabrizia y Svetlana decían.
Svetlana hablaba hasta por los codos y casi no prestaba mucha atención a lo que sucedía a su alrededor. Esto a Fabrizia le había caído como anillo al dedo, pues quería obtener la mayor información posible acerca de las actividades del varón, y Svetlana parecía estar tan enajenada con él, que simplemente no podía guardar silencio.
—El varón es un hombre fascinante —exclamó Svetlana con los ojos colmados de emoción—. Dicen que es muy exigente en sus gustos, y toda la ropa que se pone es importada desde India y Arabia Saudita. ¡Oh, y también de Turquía y Tailandia! Todos los diseños son hechos por una modista que trabaja exclusivamente para él.
—¿Ya lo has conocido en persona? —le instó Fabrizia curiosa.
Svetlana comenzó a buscar algo en su bolso mientras continuaba diciendo: —No, ésta es la primera vez que lo voy a ver frente a frente, pero tengo una compañera que tuvo la suerte de ser elegida para ser una de sus cortesanas. Mira aquí tengo la copia de una pintura que ella me envió por correo.
Fue entonces que Svetlana sacó de su bolso una reproducción fotográfica de una pintura y se la enseñó a Fabrizia, añadiendo: —El varón no permite que le tomen fotos, sólo que lo pinten en óleos extranjeros y sobre el lino más fino.
Fabrizia tomó la reproducción en sus manos y la examinó con gran atención. En la pintura aparecía el varón en toda su majestad. Su imagen era como un sol oscuro pero a la vez refulgente, el cual emanaba una energía mística irresistible.
—Te lo dije —alardeó Svetlana—. Es como si fuera un ser sobrehumano, ¿no te parece?
Fabrizia no podía responder. Literalmente, se había quedado sin palabras al contemplar el rostro del varón por primera vez. Ante todo, lo que más le maravillaba era su juventud.
Por lo que su padre le había contado, Fabrizia había asumido que el varón debía de tener una edad ya muy avanzada y que, por lo tanto, debía verse como un hombre mayor. Sin embargo, en la pintura, aparecía como un hombre joven que irradiaba virilidad.
De acuerdo a las calculaciones de Fabrizia, el varón no aparentaba más de treinta años en la pintura, lo cuál era imposible pues las leyendas indicaban que había vivido ya por casi un siglo.
Pero más allá de su juventud y de lo increíblemente atractivo que era, había algo que verdaderamente le intrigaba a Fabrizia. Eran sus ojos, los cuales ejercían un poder magnético sobre ella que no podía explicar con su intelecto.
Por algún motivo, se sentía como hipnotizada y no podía apartar su mirada de aquella pintura.
De niña se lo había imaginado de mil maneras cuando escuchaba las historias de su padre, pero tenía que confesar que su imaginación jamás se había aproximado, ni aún en lo más remoto, al aspecto real de aquella figura tan legendaria.
Por supuesto que siempre cabía la posibilidad de que el pintor de la obra hubiese sido un gran maestro y que, con su talento artístico, hubiera podido crear una versión de la realidad muy diferente a lo que en verdad existía en el palacio.
Mas era especialmente por esa razón que, ahora más que nunca, Fabrizia tenía que llegar a ese castillo encantado y así descubrir la verdad de una vez por todas.
Se había convencido de que ahí encontraría todas las respuestas sobre la desaparición de su padre. Por eso, en ese instante, se había jurado a sí misma que no moriría antes de ver al varón cara a cara.
Después de haber visto aquella pintura, ya no le cabía la menor duda de que todos los rumores sobre los que había leído eran verdad. El varón era un hombre siniestro, un mago estrigoico capaz de manipular la voluntad de otros seres humanos a su antojo.
Sin embargo, la situación era mucho más complicada que eso. Por la reacción que ella misma había tenido al ver la pintura, Fabrizia se había dado cuenta de que era precisamente esa maldad implacable lo que hacía al varón tan irresistible ante los ojos de las chicas. Era obvio que, al igual que Fabrizia, ellas se sentían atraídas a él como mariposas a una llama.
Ya Fabrizia se lo había sospechado cuando había visto lo obsesionadas que estaban sus nuevas amigas por ir a la mascarada para conocer al varón en persona. Principalmente Svetlana era quien se comportaba como si su único sueño fuera llegar a ser una de las cortesanas del varón, y esto a Fabrizia le parecía un ominoso presagio.
No podía evitar preguntarse, ¿por qué una modelo tan hermosa como Svetlana, con toda su juventud y futuro por delante, querría rebajarse a convertirse en otra cortesana más? En cierta manera, no tenía sentido.
Sin embargo, Fabrizia no podía ignorar que le intrigaba mucho el exótico traje que el varón llevaba puesto en la pintura. Su actitud era como la de un rey guerrero dueño del mundo. Era innegable que el prospecto de ser una de las cortesanas de un hombre tan poderoso y tan bien parecido era una tentación para cualquier mujer.
Mas, aún así, Fabrizia estaba decidida a no dejarse dominar por el hechizo. Su intuición le decía que había algo macabro detrás de todo aquel lujo y placer que aparentemente el varón ofrecía.
—Ésta es mi amiga —indicó Svetlana, señalando con su dedo índice a una de las cortesanas en la pintura.
Fabrizia desvió su atención hacia la chica que Svetlana le había señalado. Era una muchacha mucho más joven que Svetlana y Viktoriya. Casi se podía decir que todavía era una niña. Fabrizia sintió un extraño aleteo en su estómago al verla.
Aunque su belleza física era incomparable, había algo reflejado en su rostro que le produjo a Fabrizia un sentimiento muy aproximado al terror. Era como si la chica fuera un maniquí. La hermosura que exhibía era más como la de una muñeca que la de una humana.
Sus ojos sombríos estaban completamente vacíos, muertos, ausentes de toda emoción. Parecía como un cadáver que había sido maquillado y vestido con las mejores prendas, pero en su expresión vacante ya no había vida, sólo la más escalofriante indiferencia que Fabrizia jamás había visto antes en un ser humano.
Fabrizia se sintió tan perturbada por esto, que, por curiosidad, quiso examinar el rostro de las otras dos cortesanas que aparecían en la pintura. Al hacerlo, se dio cuenta de que ambas reflejaban la misma expresión fúnebre que su compañera.
—Entonces, ¿qué dices? —le preguntó Svetlana a Fabrizia al ver que ésta aún no respondía nada—. ¿Quieres venir con nosotros a la mascarada?
Haz click aquí para leer el 5to Episodio de Este Pinche Corazón: El Amuleto de Wilhelm (con William Levy como Wilhelm y Miguel Varoni como el Varón Oscuro de Velfanya)
William Levy contra Miguel Varoni en Este Pinche Corazon - Episodio 3: El Varon Oscuro de Velfanya
Posted by Tzaddi Samadhi | 4:48 PM | culebron epico, episodio 3, este pinche corazon, miguel varoni, varon oscuro, velfanya, william levy
Este Pinche Corazón: Un Culebrón Épico en el Que Se Enfrentan William Levy y Miguel Varoni
Este Pinche Corazón es un culebrón épico en el que el héroe, William Levy, se enfrenta contra el villano, el Varón Oscuro, Miguel Varoni. En esta historia de romance y fantasía, ambos hombres compiten por el amor de Fabrizia, una enigmática mujer italiana con un misterioso pasado lleno de secretos.
Miguel Varoni compite contra William Levy por el amor de una misteriosa mujer: Episodio 3 - El Varón Oscuro de Velfanya
Este Pinche Corazón - Episodio 3: El Varón Oscuro de Velfanya
Una vez dentro del vagón, Fabrizia se dirigió hacia el compartimiento que el joven había marcado en su boleto. Dio un suspiro de alivio al ver que no había nadie ahí. Tal vez tendría la suerte de tener algo de privacidad y así poder descansar tranquila durante el viaje.
Después de acomodar su equipaje en el estante, se quitó la capucha y se dejó caer casi desmayada sobre el asiento. En el compartimiento se sentía segura y protegida. Por fortuna, la calefacción estaba encendida, de forma que podría dormir sin frío por primera vez en muchos días.
Fabrizia se sentía exhausta, no sólo física sino también emocionalmente. Los huesos le dolían, y era difícil desentumecer sus músculos después de haber estado expuesta a temperaturas tan extremas.
El invierno en el norte de Rusia era lo más despiadado que ella había experimentado en su vida. Le costaba trabajo entender cómo los seres humanos lograban adaptarse y sobrevivir en ese clima tan brutal.
En teoría, Fabrizia había sabido durante largo tiempo lo que le esperaba, pues tenía casi dos años preparándose para este viaje. Había investigado mucho sobre la región. Se había memorizado los mapas y había estudiado la historia, la geografía, el idioma básico y muchos otros detalles de su destinación.
Todo lo había hecho en secreto, asegurándose en todo momento de que su familia no se enterara de sus planes. Por ser parte de la aristocracia, su familia tenía demasiado poder en Europa, y Fabrizia sabía que, si se enteraban de dónde había ido, usarían todos sus recursos para obligarla a volver a Venecia.
No quería ni pensar en las consecuencias si eso sucedía. Era por eso que no había lugar a equivocaciones. Fabrizia tenía que triunfar en su misión a costa de lo que fuera. Prefería morir en el intento que regresar a Venecia derrotada.
Hasta el momento, todo había ido relativamente bien. Al fin y al cabo, Fabrizia tenía la ventaja de haber anticipado muchas de las artimañas de las que su familia podría valerse para descubrirla.
Durante el tiempo que le tomó hacer sus preparativos, había tenido gran cuidado de borrar todo rastro y evidencia de lo que estaba por hacer, por lo cuál se sentía relativamente confiada de que su familia no se había enterado de nada.
Sin embargo, considerando los obstáculos que estaba por enfrentar, su familia era la menor de sus preocupaciones.
Miró pensativa a través de su ventanilla y vio a los pasajeros terminando de abordar el tren. Más allá de la estación, se divisaban las altas cumbres de las montañas, con sus filosos promontorios cubiertos de nieve y una densa capa de neblina que flotaba sobre ellos.
Según lo que le habían informado en Saint Petersburg cuando compró su boleto, el ferrocarril transiberiano tardaba varios días en cruzar el norte de Rusia por el bosque de Siberia hasta la costa del mar Laptev.
Las montañas de Velfanya estaban localizadas a varios kilómetros hacia el norte del archipiélago de Sévernaya Zemliá, en el centro de una isla muy retirada que no pertenecía a Rusia, sino que era una nación independiente. Era una isla montañosa relativamente pequeña que se llamaba La República Soberana de Kashmyria.
De acuerdo con lo que Fabrizia había investigado, Kashmyria era una tierra desconocida, rodeada de leyendas y mitos. Casi nadie se atrevía a aventurarse por aquellos rumbos pues eran muchos los peligros que los exploradores antiguos rumoraban haber encontrado.
No había datos oficiales sobre Kashmyria ni en los mapas ni en los libros de historia. Los únicos récords escritos que existían sobre ella eran los travelogues o cuadernos de viaje de los exploradores.
En ellos se decía que Kashmyria era un lugar muy diferente al resto del planeta y que tomaría siglos el descubrir todas las especies y criaturas exóticas que allí habitaban.
Se decía que Kashmyria era gobernada por un dictador, un tirano déspota y severo que había conquistado la tierra con técnicas sanguinarias de tortura y de castigo. Había llegado en un barco desde el medio este y, junto con su tripulación de piratas y rufianes, había quemado las chozas de los nativos, les había secuestrado sus mujeres y sus niños, y había construido una fortaleza en lo más alto de las montañas de Velfanya para proteger su botín.
El tirano reinaba con mano de hierro y creía en un gobierno separatista. De acuerdo a las leyendas, él era así de cruel porque practicaba la magia negra, y ésta le había vuelto el corazón de piedra. Los nativos le llamaban el Varón Oscuro de Velfanya, y se decía que le temían como si fuera el mismo Lucifer.
El único motivo por el que Fabrizia se había enterado de la existencia de esta isla y el varón oscuro que la gobernaba era porque su padre había sido un arqueólogo explorador.
Era él quien le había contado cuando todavía era muy pequeña sobre el castillo encantado del varón. También le había contado sobre las criaturas que el varón había invocado durante sus rituales de magia negra.
Eran las hadas pixies, los duendes y los dragones de Kashmyria, quienes se encargaban de proteger el castillo y castigar a todos aquellos que trataran de entrar en él sin invitación previa del varón.
Nadie más en la familia de Fabrizia creía en las historias de su padre, sólo ella. Todos los demás, especialmente la madre de Fabrizia, lo creían loco y murmuraban a sus espaldas, ridiculizándolo y diciendo que debía ser internado en un manicomio.
La última vez que Fabrizia había visto a su padre fue pocos días antes que se anunciara su desaparición y posible muerte.
Fabrizia tenía sólo doce años cuando la tragedia había sucedido, y era esta experiencia tan dolorosa la que había inspirado su obsesión por ir a buscarlo a las montañas de Velfanya cuando fuera adulta.
El plan original de Fabrizia había sido tomar el ferry para navegar mar adentro hasta Kashmyria, pero obviamente, si lo que el joven asistente le había dicho era cierto, tendría que encontrar otra alternativa y rápido.
Justo entonces, se abrió la puerta del compartimiento, y entraron dos chicas muy bien vestidas.
Fabrizia fingió estar media dormida pues quería evitar tener que hablar con ellas, de modo que solamente les hizo un leve ademán con la cabeza para demostrar un mínimo de gentileza y luego volteó su cara hacia la ventana y cerró los ojos.
Las chicas colocaron sus baúles en el estante mientras conversaban entre risillas en el idioma local. Sonaban bastante animadas y hablaban con gran anticipación de la fiesta donde se dirigían.
Fabrizia trató de no poner atención a lo que las chicas decían, pero de alguna manera no pudo evitarlo. Fue entonces que escuchó la palabra «mascarada» en medio de la conversación.
A Fabrizia le pareció bastante curioso que se fuera a llevar a cabo una mascarada por esos rumbos, pues esas eran costumbres de la aristocracia, y era difícil imaginar que hubiera alguna mansión en una región tan aislada.
—Disculpa —le dijo Fabrizia a la chica que se sentó al lado de ella—. ¿Dijiste que iban para una mascarada?
Con una sonrisa radiante, la chica sacó de su bolso un antifaz de tafetán negro con perlas rosadas y se lo mostró a Fabrizia. —Sí, mira. Este es mi antifaz. ¿Te gusta?
—Está muy hermoso. Me encanta —murmuró Fabrizia mientras trazaba las finas perlas con su dedo índice—. Y dime —añadió—, ¿dónde es la mascarada?
La chica se rió coquetamente y respondió: —Pues, ¿dónde más? En el palacio del Varón de Velfanya.
Haz click aquí para continuar leyendo Este Pinche Corazón - Episodio 4: Las Cortesanas del Varón (con William Levy y Miguel Varoni)
Miguel Varoni Contra William Levy en Este Pinche Corazon: Episodio 2 - Zona de Alerta
Posted by Tzaddi Samadhi | 4:50 PM | culebron epico, episodio 2, este pinche corazon, miguel varoni, william levy, zona de alerta
Este Pinche Corazón: Un Culebrón Épico Dedicado a los fans de Miguel Varoni y William Levy
Este Pinche Corazón es un culebrón épico dedicado especialmente a los fans de Miguel Varoni y William Levy. En esta historia, Miguel Varoni juega el papel del villano, mientras que William Levy es el héroe que lo retará por el amor de una misteriosa mujer.
Miguel Varoni compite contra William Levy por el amor de una misteriosa mujer: Episodio 2 - Zona de Alerta
Este Pinche Corazón - Episodio 2: Zona de Alerta
Los pasajeros en fila detrás de Fabrizia comenzaron a protestar en un idioma desconocido. Aunque ella no entendía ni una palabra de lo que decían, le parecía obvio que estaban tratando de presionar al asistente del conductor a que se diera prisa con sus boletos.
Fabrizia buscó disimuladamente la mirada del joven, pero éste permaneció inmóvil mientras continuaba observando con atención los documentos de ella. Parecía congelado como una efigie de hielo y, en su rostro, se reflejaba una intensa concentración.
Ignorando las quejas de los pasajeros, el joven asistente se tomó su tiempo para hacer notas en su libreta.
Cuando ya Fabrizia sentía que estaba al borde del desquicio por tanta incertidumbre, él volvió a mirarla directo a los ojos.
Fue en ese instante que ella logró percibir un sutil palpitar de duda en los ojos de él. Sólo que esta vez, para la sorpresa de Fabrizia, la expresión en el rostro del joven ya no era de sospecha, sino más bien de preocupación.
—Señorita —murmuró él, devolviéndole por fin sus documentos—. Con todo respeto, si me lo permite, quisiera hacerle una pregunta.
—¿A qué se refiere con eso? —preguntó ella en tono defensivo.
El joven se rió con disimulo. —No me malinterprete por favor. La razón por la que le pregunto es porque considero mi deber advertirle que la región donde usted se dirige está en zona de alerta.
Al escuchar esto, Fabrizia preguntó alarmada: —¿Quiere decir que el tren no puede llevarme hasta allá?
—Sí, por supuesto que lo hará, pero sólo hasta la costa del mar Laptev.
—Todo transporte hasta las islas está fuera de servicio indefinidamente. Si toma este tren, tendría que rentar un bote privado en la costa. Y, para serle sincero, eso puede resultar muy peligroso para una damisela que viaja sola.
—Las montañas de Velfanya, ya lo sé —interrumpió el joven con tenue gentileza—, pero las autoridades han cerrado las vías férreas en esa zona, y ningún tren tiene permitido subir hasta allá. Lo siento mucho, señorita.
Fabrizia sintió un peso enorme de decepción en su pecho. —Es que usted no entiende. Es urgente que llegue allá lo antes posible. He venido desde muy lejos y ya no me puedo regresar.
—Si cancela su viaje, tenemos un tren de emergencia que puede llevarla de regreso al sur, hasta Saint Petersburg. No tiene que pagar un centavo, pues le daremos crédito por su boleto.
—No —respondió Fabrizia con firmeza—. Ya le dije que tengo que llegar a las montañas de Velfanya cuanto antes.
El joven apretó sus labios con frustración. —Pero, señorita, nosotros no podemos garantizar que encontrará transporte privado en la costa. Hay tormentas de nieve constantes, y casi nadie se atreve a navegar bajo esas condiciones. Además, aún si lo encontrara...
—¿Qué? —le retó ella—. ¿Acaso no cree que soy capaz de defenderme si algún bribón intenta aprovecharse de mí?
Bajando la voz, el joven asistente explicó: —No, no es eso, señorita, ya me doy cuenta de que es usted muy valiente, pero tenga presente que la isla de Kashmyria es un lugar muy desolado, especialmente en temporada de invierno. Casi no hay hoteles, y los pocos que están abiertos muy rara vez tienen recámaras disponibles. Si no encuentra transporte a las montañas, o si tiene alguna dificultad imprevista, puede quedarse a la intemperie sin un lugar donde pasar la noche.
—No me importa. Yo me las arreglaré de alguna manera —insistió ella.
—Está bien —suspiró el joven con resignación—, pero al menos permítame darle una última advertencia.
Entonces el joven continuó: —No sé si está informada de la situación, pero hay una guerra civil a punto de estallar en esa zona.
Sin hacerle caso, el joven siguió adelante. —Los rebeldes detonan bombas en las montañas. En cualquier momento, pueden venirse avalanchas, y hay muchas personas que han muerto sepultadas por la nieve allá arriba.
—Comprendo lo que me dice —respondió ella en un tono más suave—. Créame que le agradezco su advertencia, pero aún así no pienso cancelar mi viaje.
Fabrizia lo miró con una actitud desafiante. —No tengo la menor duda.
El joven se quedó cabizbajo y sin palabras. En su rostro apareció un aire sutil de derrota. Entonces, después de mirarla a los ojos por un breve instante, se hizo a un lado para dejarla pasar.
—Buenas noches —se despidió ella, recogiendo su baúl.
Sin responder nada, Fabrizia le dirigió una sonrisa que era más de diplomacia que de gentileza. Luego se alejó, fingiendo no haber escuchado lo que el joven había susurrado en voz casi inaudible: —Que Dios la proteja.
Mientras él procedía a atender a los demás pasajeros, Fabrizia se dirigió hacia el vagón que estaba numerado en su boleto.
Por un efímero instante, sintió una curiosidad inesperada de volverse a mirar al joven una vez más, pero no estaba segura de por qué ni para qué. Por lo tanto, ignoró el impulso y abordó el tren sin pensarlo más.
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Miguel Varoni vs. William Levy en Este Pinche Corazon: Episodio 1 - Destino Incierto
Posted by Tzaddi Samadhi | 2:57 PM | culebron epico, destino incierto, episodio 1, este pinche corazon, miguel varoni, william levy
Este Pinche Corazón: Un Culebrón Épico Inspirado en Miguel Varoni y en William Levy
Este Pinche Corazón es un culebrón épico de magia, romance y una que otra sandez. Es una parodia a las telenovelas y cuentos de hadas, con tierras extrañas y pobladas de creaturas mitológicas como gnomos, unicornios, brujas, hechiceros, dragones y príncipes. Esta historia es dedicada especialmente a los fans de Miguel Varoni y William Levy.
Miguel Varoni se enfrenta contra William Levy en Este Pinche Corazón: Episodio 1 - Destino Incierto
Este Pinche Corazón - Episodio 1: Destino Incierto
El silbido estridente en la distancia anunció la llegada de la locomotora de vapor a la estación. El estómago de Fabrizia se estremeció de repente al escuchar aquel sonido que, al menos para ella, significaba el comienzo de un destino incierto y lleno de peligros.
Era una noche oscura, y la luna menguante colgaba del firmamento como una fina joya de platino. El viento soplaba con una furia implacable, obligando a Fabrizia a cubrirse la boca y la nariz con la capucha de terciopelo que llevaba sobre su cabeza.
La capucha iba conectada a una larga capa de color negro que le llegaba hasta los tobillos. Fabrizia la usaba para protegerse del cruel aire gélido como también para evitar ser reconocida.
Ya casi había atravesado toda Europa y había dejado muy lejos a su querida Italia, la tierra que la había visto nacer dieciocho años atrás. Fabrizia era una respetada cantante de ópera y provenía de una familia aristocrática muy prominente en Venecia.
Era por eso que se cuidaba mucho de algún ojo curioso que pudiera descubrir su verdadera identidad.
Si bien era cierto que había hecho lo posible por pasar desapercibida, en el andén había una multitud de pasajeros esperando a abordar el tren, y Fabrizia sabía que tenía que tener mucho cuidado.
Una sola persona que la reconociera, y su plan entero se vendría abajo. Esta era una misión que ella no podía arriesgarse a perder. No había opción a fracasar, ni términos medios. O ganaba o moría.
En ese momento, escuchó una voz masculina que le dijo: —Disculpe, señorita, necesito marcar su boleto y ver su pasaporte por favor.
Fabrizia había estado tan concentrada en su plan que, por unos instantes, se olvidó de dónde había guardado su boleto. Por más que lo intentó, no pudo evadir la mirada escudriñadora que acababa de clavarse de súbito en sus ojos, casi arrinconándola.
No había dónde esconderse. El hombre la había sorprendido completamente desprevenida. Si intentaba apartar el rostro, seguro que le daría motivo para sospechar que algo andaba mal.
—Perdone, señorita, pero el tren ya va retrasado, y me urge ver sus documentos.
Era el asistente del conductor, un joven con acento extranjero y de estatura imponente. Su piel era pálida, y sus hombros anchos. El cabello lo tenía rubio con matices castaños, y su expresión de seriedad, como acero impenetrable, lo hacía verse como un soldado del ejército. Llevaba puesto un elegante uniforme de color azul marino y un abrigo de cuero negro con las solapas y el cuello forrados en piel faux.
—Sí —respondió Fabrizia, sonriendo levemente y haciendo un esfuerzo por esconder su nerviosismo—. Un segundo por favor.
—¿Ese baúl es todo el equipaje que lleva? —le preguntó el hombre con voz cortante, mientras Fabrizia buscaba los documentos dentro de su bolso de mano.
Asintiendo con la cabeza, Fabrizia permaneció en silencio, tratando de encontrar los papeles. Fue entonces que se percató de que sus dedos le temblaban, por lo que hundió su mano rápidamente dentro del bolso para que él no lo notara.
El joven golpeó impaciente el piso con su bota militar, mientras anotaba algo en su libreta. Luego, le pegó una etiqueta con un número al baúl de Fabrizia y volvió a intimidarla con la intensidad esmeralda de su mirada.
—Aquí están —anunció por fin Fabrizia con gran alivio.
En cuanto le entregó su pasaporte y el boleto de tren, el joven los examinó con gran detenimiento.
El corazón de Fabrizia latía desbocado dentro de su pecho, y sus rodillas le temblaban incontrolablemente. En realidad, ese no era su pasaporte, sino que era uno falsificado que había obtenido clandestinamente en los canales de Venecia.
A pesar de que ella había tomado todo tipo de precauciones para asegurarse de que su transformación física la hiciera verse lo suficiente parecida a la muchacha de la fotografía, aún así no podía evitar sentirse presa de una ahogante ansiedad.
Su cabello, que era naturalmente rubio, se lo había teñido de un color castaño oscuro con matices rojizos como de cobre bruñido. Y para oscurecer el tono natural de zafiro de sus ojos, le había encargado a su sirvienta de confianza que le consiguiera un remedio herbal con una hechicera.
Esto le había dado a sus ojos un aspecto marrón con destellos como de fuego. Según el gusto de Fabrizia, su nuevo color de ojos no iba muy bien con su complexión pálida. Sin embargo, no le había quedado otra opción que conformarse, pues la hechicera había indicado que el efecto tardaría en pasar por lo menos unos cuantos meses.
No era que Fabrizia pensara que una simple foto pudiese revelar tanto detalle, pero de todas maneras quería sentirse tranquila.
El joven levantó sus ojos para estudiar bien el rostro de Fabrizia y luego, frunciendo el seño, volvió a inspeccionar una segunda vez la foto del pasaporte.
Fabrizia hizo lo posible por disimular la ola de pánico que la estremecía por dentro. Si el joven llegaba a sospechar algo, Fabrizia tal vez nunca alcanzaría su destinación. Entonces todos los sacrificios que había hecho para llegar hasta allá habrían sido en vano.
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